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POTOSINOS RECUPERAN LA PROCESIÓN DEL SILENCIO

La Procesión del Silencio de San Luis Potosí cumplió 70 años este Viernes Santo volviendo a su origen popular, después de que fue controlada por políticos del PRI y PAN, por empresarios sin escrúpulos embozados en la asociación Tradiciones Potosinas y la convirtieron en un evento clasista, en negocio particular, para deducir impuestos y ahora en un pretexto para confrontar al gobierno y aparecer ante la sociedad como fieles guardianes de la potosinidad.

Abusando de la fe y el esfuerzo de los cientos de hombres y mujeres que componen las cofradías participantes, esta minoría de “fifís” la redujo en el escaparate del más rancio conservadurismo, en el espacio para su lucimiento personal adornado con una falsa devoción cristiana en el día que más turismo nacional y extranjero viene a presenciar este evento por las calles del Centro Histórico de la capital potosina.

Al acercarse el aniversario de la Procesión del Silencio, con oportunismo salieron en su supuesta defensa personajes de maltrecha calidad moral como los exalcaldes panistas Alejandro Zapata y Octavio Pedroza; la hija del primero Marcela Zapata; el vocero de Tradiciones Potosinas, el jalisciense Andrés Lecuanda Miloslavich, quien fuera efímero encargado del Teatro de La Paz en el gobierno carrerista; el columnista Juan José Rodríguez que siempre apunta su pluma para cobrarse por debajo de la mesa lo que no se gana de manera honesta.

Otra intervención desafortunada, fue la del alcalde priista Enrique Galindo Ceballos que, con recursos del erario y sin el aval del Cabildo, pagó la fianza del seguro para el uso de las imágenes religiosas propiedad de Tradiciones Potosinas para ostentarse como el redentor de la Procesión del Silencio, cuando fue un derroche ese gasto porque no se utilizaron, ya que varios párrocos prestaron imágenes de sus iglesias en apoyo genuino a las cofradías.

La sindicalista Francisca Reséndiz que cada año se aprovecha de la marcha religiosa para satisfacer sus más vulgares ambiciones al montar un plantón con el amago de bloquear la ruta procesional si el gobierno estatal no le da plazas y millones de pesos, fue desalojada por la fuerza pública; otro ejemplo patético lo escenificó el teatrero Juan José Campos Loredo, con el ardor de haber sido destituido del IPBA a una semanas de haber asumido el cargo, cubrió de miel al alcalde Galindo y despotricó contra la titular de Cultura que lo despidió por su falta de perfil, su incongruencia y protagonismo estéril.

A pesar de las insidias de estos personajes, la edición 70 de la Procesión del Silencio fue un éxito, se desarrolló sin contratiempos, la fe de miles potosinos y turistas se reafirmó como cada año y todo el mérito es de las cofradías que hicieron caso omiso a las voces que intentaron desvirtuar el evento religioso por grillas políticas de la más baja estofa.

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